Un archivo en construcción

Alrededor de veintidós mil negativos componen el archivo del fotógrafo chileno Tito Vásquez. Su obra es tan amplia como sus intereses; desnudos, retratos, arquitectura, paisajes, trabajadores, política, teatro, publicidad, naturaleza, mar, niños, jóvenes, adultos, luz y sombra. Navegar por su archivo es descubrir una increíble capacidad para saltar entre diferentes temáticas, pero siempre manteniendo su particular mirada sobre el mundo. Las imágenes de Vásquez exudan novedad, magia y sorpresa.
Las fotografías recibidas por el Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional de Chile, entregadas por la familia de Tito Vásquez para su preservación y difusión, abren la posibilidad de iniciar decenas de investigaciones específicas: ya sea por sus fotografías de los trabajadores de la CORFO, su cobertura de la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda, como retratista de la aristocracia venezolana de los años 80 y por su particular mirada sobre las calles y sus habitantes.
Hasta hoy, la obra del santiaguino era inaccesible al público, aun cuando su calidad artística destaca en una selección rápida de imágenes. Por lo mismo este proyecto es una oportunidad para conocer su estilo, la forma en que construye cada imagen, y para reconocer múltiples sujetos y espacios que recorrió en su trayectoria como fotógrafo.
El archivo de Tito Vasquez es tan extenso que resulta imposible abarcar su magnitud. Y mientras las labores de revisión, apertura de sobres, conservación, digitalización y catalogación siguen en marcha, esta selección se presenta como un gesto de invitación: a disfrutar de una parte de su material y a sumarse al proceso de descubrimiento que, día a día, llevamos adelante desde la Biblioteca Nacional.
Cuando el Archivo Fotográfico adquirió el archivo de Tito Vásquez, comenzó un trabajo de revisión, digitalización, edición y catalogación para llegar a la meta de tener todas las fotografías a disposición del público. Pero este trabajo es a la vez una misión de descubrimiento e investigación.
Cada vez que se abre un sobre de negativos las posibilidades son infinitas, ya que podemos encontrarnos con una serie de ensayos, pruebas, o trabajos definitivos. A la vez, con el proceso de digitalización, se van armando las narrativas del mismo fotógrafo. ¿Qué historia desea contarnos? ¿Qué buscaba con aquel particular encuadre? ¿Hacia dónde nos quiere llevar con el uso de la luz y la sombra? ¿Qué pasaba por su mente aquel día que salió a recorrer las calles con su cámara? Es posible entonces entablar un diálogo con el fotógrafo a través de su obra.
Trabajar con un archivo fotográfico implica múltiples desafíos, tanto por la fragilidad de sus materiales como por la diversidad de elementos que lo integran. Se debe ser muy cuidadoso no solo con los negativos fotográficos sino con todo lo que integra el archivo. Junto a los negativos se conservan cartas, sobres de su estudio, notas, copias con timbres y firmas en el reverso (etc) que hoy forman parte inseparable de su archivo. Aunque no rotuló cada imagen, sí mantuvo un cierto orden, agrupando sus negativos por temas y siguiendo lo que da señas de ser un sistema propio. Hoy, parte del trabajo del Archivo Fotográfico y Audiovisual es descifrar esa lógica para preservar y dar acceso a este valioso conjunto.
El Fotógrafo
Nacido en Santiago en 1918, Manuel “Tito” Vásquez Pedemonte creció en una ciudad tumultuosa, en constantes cambios técnicos, sociales y arquitectónicos. La migración campo-ciudad empujada por la revolución industrial había transformado el panorama de Santiago, al mismo tiempo que “la cuestión social”, es decir, los problemas sociales que afectaron a trabajadores que ahora habitaban las poblaciones de la periferia, se había instalado en el panorama político.
A muy temprana edad, Vásquez ingresó como ayudante al estudio del fotógrafo Alfredo Molina La Hitte, donde se desarrolló profesionalmente. Participó en numerosas exposiciones individuales y colectivas a lo largo de su carrera.
Trabajó como fotógrafo publicitario para las oficinas Cenit y Veritas, y colaboró con la revista Bravo y con el Teatro Experimental de la Universidad de Chile. Fue también director del Foto Cine Club, lugar donde ayudó a la formación de grandes fotógrafos y donde realizó parte de sus mejores trabajos. Gracias al club pudo compartir con otros grandes fotógrafos y comenzar a crear una escuela.
Tuvo la oportunidad de retratar a personajes como Diego Rivera, Pablo Neruda, Jorge Délano (Coke), René Ríos (Pepo), José Tohá junto a su hija Carolina, a Nemesio Antúnez, Andrés Sabella y a Pablo de Rokha. “Creo que tengo un visor en el cerebro”-dijo en una entrevista (Granese, 1985), demostrando a qué nivel el acto fotográfico definía su paradigma personal.
Eso es palpable en la variopinta selección de fotografías que se muestran en esta exposición. Las mismas buscan presentar al fotógrafo pero también al ser humano, sus intereses, su visión del mundo, el manejo del encuadre, y su prodigiosa paciencia para abordar cada universo en el que trabajó.