La diferencia entre la literatura erótica y la pornografía es bastante fina. Mientras muchos confunden ambas y piensan que caen en el mismo grupo, el erotismo requiere de cierta finesa, es un tipo de arte que insinúa, susurra en voz baja mientras que la pornografía es más directa, chabacana, explícita. Por eso mientras que la pornografía vive en videos y revistas, el erotismo ha sido durante años un espacio reservado para escritores con gran talento para crear mundos atrayentes, que apelan a una parte del ser humano que suele estar escondida, oculta, donde viven sus más increíbles fantasías eróticas. Y en los fondos de la Biblioteca Nacional, si sabemos buscar, podemos encontrar algunas joyas de la literatura erótica.

El arte Shunga es casi desconocido en Chile, incluso su nombre suena extraño, exótico. Originado en Japón durante el período Edo (1603-1867), este tipo de ilustraciones eran el tipo de expresión sexual artística más popular en el Imperio del Sol Naciente. Se distribuían en mercados formales y  también como contrabando, y solían relatar historias con mucho erotismo, algunas bastantes gráficas y otras inclusive con toques de ciencia ficción y mezclas de mito y realidad. A través del Shunga los japoneses se relacionaban con su sexualidad e indagaban en las pulsiones más ocultas tanto de hombres y mujeres. Pero no eran solamente dibujos sexuales, el trabajo que involucraban estas ilustraciones hizo de sus creadores verdaderos maestros y referentes de la ilustración, ya que debían ser de una calidad impecable para cumplir su misión.

Lo interesante es que para sus creadores, este tipo de trabajo generaba gran ganancia económica. Desde 1907 todo tipo de material obsceno estuvo prohibido en Japón, por lo tanto las ilustraciones Shunga se convirtieron en un tesoro y la única manera para los japoneses de adentrarse en los espacios más sensuales y eróticos de su propia mente. Por lo mismo muchos artistas no firmaban sus trabajos para así no ser perseguidos por la policía o denunciados por algún ciudadano impresionable. Esto porque en el Shunga podemos encontrar desde besos apasionados hasta actos sexuales impensados que sin duda desafiaban la más abierta imaginación de la época.

El libro Images du printemps, essai sur les représentations érotiques dans l'art japonais (imágenes de primavera, un ensayo sobre las representaciones eróticas en el arte japonés), recopilado y comentado por Charles Grosbois, director del Instituto francés/japonés de Kioto es una fantástica muestra del nacimiento, desarrollo e importancia de este arte. Además de su increíble explosión en Europa y la importancia que ha tenido en el arte erótico, es uno de los libros más interesantes sobre el erotismo que actualmente posee la Biblioteca Nacional.

Si hablamos de libros y erotismo, una obra que no puede faltar es Il Decamerón de Giovanni Boccaccio. Luego de la peste bubónica que azotó Italia en el siglo XIV,  un grupo de diez jóvenes (siete mujeres y tres hombres) de la alta sociedad se juntan en las afueras de Florencia a compartir historias. Estas rondan siempre la sexualidad, el amor, las parejas y la desesperanza. Son 101 historias que abordan casi todos los temas posibles de la época, siempre con el ingrediente de una juventud en el despertar sexual y preocupado por los placeres en un mundo que pareciera estar muriendo rápidamente. Para Boccaccio la vida ya no es un simple tránsito, sino un fin en sí misma, por lo que debe ser disfrutada al máximo, y el cuerpo debe sentirse, la piel tocarse y las pasiones desatarse. La carga erótica del libro y este pensar en el ahora y no en el futuro convierte a esta obra en una precursora del Renacimiento en Europa.     

 Si continuamos recorriendo las estanterías de la Biblioteca Nacional, encontramos un grupo de libros de esos que por muchos años se llamaron “prohibidos” o “malditos”. Su autor, un particular personaje llamado Donatien Alphonse François de Sade, más conocido como “El marqués de Sade”.

Odiado durante toda su vida, proscrito, encerrado, tratado como loco, pervertido y criminal, el marqués de Sade se convirtió en un sinónimo de erotismo y sexualidad. Pero también fue un talentoso escritor cuyas obras son estudiadas hasta el día de hoy por romper con los cánones de su época, desafiar los estándares de la literatura y del mismo comportamiento humano del siglo XIX y XX. La relación que entabló entre el dolor y la sexualidad quedó plasmada en sus dos obras más importantes: Justine de 1787, y 120 jornadas de Sodoma de 1885. En ellos describió con increíble detalle los sufrimientos a los que eran sometidos personajes inocentes solo para excitar la libido de oscuros hombres y mujeres. Sade rompía violentamente los parámetros que unían el amor y el erotismo y se internaba en los espacios más intrincados de la mente humana.

Sus libros estuvieron en el Index librorum prohibitorum de la iglesia católica durante años, e incluso sus adaptaciones fílmicas están cubiertas de escándalo. En 1975 el director italiano Pier Paolo Pasolini llevó 120 jornadas de Sodoma al cine. Odiado y venerado, los libros del marqués de Sade han sido sin duda de lo más bizarro de la literatura erótica que se puede  encontrar. 

Junto a estos títulos existen una serie de libros nacionales que también resultan muy interesantes de investigar y que hablan sobre como los chilenos nos relacionamos con el erotismo a través de los años. A continuación, les dejamos la lista de los principales libros sobre el tema que pueden encontrar en nuestros fondos.

#Sexo Inteligente / Andrea Huneeus

El cachasutra, así amamos los chilenos / Daslav Maslov y Gastón Morales

 120 jornadas de Sodoma / Marqués de Sade

Shunga  / Charles Grosbois

Erotismo y pornografía / Lori Saint-Martín

Justina, o, Los infortunios de la virtud / Marqués de Sade

Erotismo y destrucción / Varios autores

Il Decameron / Boccaccio