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¿Cómo aprendimos a leer? Los silabarios de nuestra historia

Reportaje y exposición

¿Cómo aprendimos a leer? Los silabarios de nuestra historia

Publicado el 13/03/2023
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Desde 1810 que apareció el primer silabario en Chile, su historia nunca se ha separado de nuestra niñez, y tanto sus letras como sus ilustraciones se han convertido en parte de nuestra cultura nacional.

Antes de que aparecieran los silabarios, los niños aprendían a leer sobre la base de la repetición constante, la memorización de los sonidos y lecturas de cada estudiante en voz alta. Este sistema era bastante difícil, ya que existía bastante poco material de apoyo, y aquellos que tenían más problemas para recordar las letras y especialmente los sonidos solían quedarse atrás en el aprendizaje. Cuesta creer que recién a principios del siglo XIX comenzaran a aparecer, en España, los primeros silabarios. Y fue la reforma educativa del país ibérico, en 1825, que el sistema de los silabarios pasaría a ser el método oficial de enseñanza de lectura.

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A Chile llegaron bastante rápido, y uno de los primeros silabarios latinoamericanos fue creado por el abogado y exdirector de la Biblioteca Nacional, Manuel José Gandarillas, e impreso en Buenos Aires con el nombre Cartilla o silabario para uso de las escuelas. Cabe destacar que la idea de Gandarillas vio la luz en 1810, 15 años antes que España reconociera propiamente el sistema; por lo que el silabario fue uno de los movimientos educativos precursores del proceso independentista latinoamericano.  En 1849 el argentino Domingo Faustino Sarmiento, a la postre presidente de la Nación Argentina, perfeccionó el sistema de los silabarios con la publicación del Método de lectura gradual. Pero fue la promulgación en 1860 de la  Ley de Instrucción Primaria, donde finalmente el silabario se instaló en Chile como la herramienta insustituible para vencer el analfabetismo, que para 1907 seguía teniendo niveles altísimos, (un 48% de los chilenos no sabía ni leer ni escribir, según los datos del censo). Fue el mismo Estado de Chile el que financió la impresión y distribución de miles de ejemplares de los silabarios.

Comenzó entonces la proliferación de los silabarios, entre los que se destacan: El Silabario arreglado al sistema simultáneo de enseñanza (1870), El Silabario biológico: nuevo método para enseñar a leer, escribir y datar al niño simultáneamente de los conocimientos fundamentales para la vida (1925), El Silabario del soldado (1942), Mi tierra: silabario para adultos (1949) y el Silabario del huaso chileno: una ayuda para conocer las letras (1956), entre muchos otros.

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El sistema de conexión de sílabas y de temáticas variadas fue bastante efectivo y comprensible para los niños. Las temáticas comenzaron a variar, y empezaron a imprimirse silabarios mapuche, militares, folclóricos y eclesiásticos. Pero tal vez ninguno sería tan famoso como el Silabario Hispano Americano del  pedagogo chileno Adrián Dufflocq Galdámez, e Ilustrado por Mario Silva Ossa, más conocido como Coré  publicado en 1945. Este utiliza el método fónico-sensorial-objetivo-sintético-deductivo, y cuenta con más de 90 ediciones en toda Hispanoamérica. Hasta hoy pueden encontrarse copias de este silabario tanto en librerías como en ventas no autorizadas, ya que continúa siendo muy utilizado tanto en las escuelas y en las casas. Junto a él, en importancia, se encuentra el Nuevo silabario americano: preparado de acuerdo con las más modernas investigaciones metodológicas de la profesora chilena Amanda Labarca, con ilustraciones del Alfredo Adduard.

 

Utilizar la lectura

Existen otros ejemplos que caen en lo surrealista. Es tal la influencia del sistema de enseñanza de lectura, que el contenido de los silabarios acompañaría a los niños durante toda su vida. Por lo mismo es que en distintas partes del mundo se comenzaron a utilizar estos espacios para introducir ideologías particulares, y de esta forma moldear a las nuevas generaciones desde temprana edad.

Mientras que con el Silabario Hispanoamericano de Dufflocq los estudiantes aprendían palabras como “mamá”, “papá”, “perro”, o “vaca”, en Argentina por ejemplo el gobierno peronista introdujo un nuevo silabario que reforzaba imágenes políticas. En vez de frases sobre “papá” o “mamá”, los niños repetían “Perón y Evita nos aman”, o juntaban las sílabas como “Perón, Pe-rón, P e r ó n”.

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Por su parte en plena Guerra Civil española, el bando republicano publicó sus propios silabarios donde se exaltaba los ideales antifascistas y comunitarios. El más destacado es La Cartilla Escolar Antifascista, diseñada por el tipógrafo polaco Mauricio Amster, una de las figuras más importantes en la historia del diseño chileno.

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Posteriormente, en Chile, y a través de la editorial Zig-Zag, Amster ilustraría en 1944 el Álbum de cosas para aprender a leer; que si bien no es un silabario propiamente como tal, si es una obra destacable por sus ilustraciones y materiales recortables. En esta categoría de material para aprender a leer encontramos también el Abecedario del ilustrador Peter Mario, donde cada letra es trasformada en objetos y animales llenos de vida con los cuales los niños pueden asociar los sonidos y modulaciones.  

Los invitamos a visitar la muestra de los históricos silabarios y materiales de lectura básica en el Hall Moneda de la Biblioteca Nacional, además de revisar acá las digitalizaciones de nuestro material.

 

 

 

 

 

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