Vol. XXXVII La inquisición en Lima. Signos de su decadencia 1726-1750

Tanto o más que de inquisición, se trata del Imperio. René Millar nos cuenta un relato de sangre y lágrimas, de dinero y sexo, de poder y religión, ocurrido en la Inquisición de Lima, reinando Felipe V y Fernando VI.

Los personajes del drama:

- Mariana de Castro, medio aventurera, medio prostituta de lujo,
conversa por los cuatro costados. Fue quemada por judaizante por la inquisición del Perú en solemne auto de fe en diciembre de 1736, teniendo así el dudoso honor de ser la última víctima mortal de
aquel tribunal.
- Cristóbal Sánchez Calderón, peninsular como Mariana, antiguo catedrático de la Universidad de Alcalá, fiscal, luego inquisidor de la inquisición de Lima. Amañó la condena a base de artimañas legales y procedimientos irregulares. Había llegado en 1719 con el buen propósito de aderezar el tribunal; terminó metido hasta el cuello en negocios económicos ilegales, amante de la buena vida, del poder y de la mujer peruana.
- Su colega Diego de Unda, otro peninsular, inquisidor de Lima,relegado a un segundo plano por la fuerte personalidad de su colega; no menos interesado que éste en el bienestar de la prole femenina de los oficiales de la inquisición, murió en los brazos de una de sus amantes.
- Pedro de Arenaza, un guipuzcoano, el más entrañable protagonista de la saga, el obispo que no fue... Vicario general en el Arzobispado de Valencia y hombre de confianza del inquisidor general Andrés de Orbe, legítimamente ambicioso y bien relacionado. Nombrado visitador del Tribunal de Lima por su protector y por el Consejo de la Suprema, después que se habían recibido en la península numerosas denuncias contra los inquisidores de dicho tribunal. Llegó a Lima con poderes prácticamente ilimitados. Entró a saco en la Inquisición de Lima, destituyendo y desterrando a Sánchez Calderón y a Unda, y reorganizando el Tribunal a su arbitrio. Más dura fue su caída. Perdió sus apoyos en Madrid y fue destituido. Murió el hombre de regreso, en Cartagena ...

Lean pues a René Millar. Tocarán con su mano, verán con sus ojos, cómo se administraba el imperio. Relaciones entre personas, reglamentos y leyes, grandes principios morales, mala vida y debilidades humanas, enemistades personales, solidaridades familiares y paisanaje, intereses comerciales y amoríos, junto a un poder central en la península que duda y oscila, tratando de actuar como árbitro.

Jean Pierre Dedieu